La frustración que se posa tras el enorme potencial que no es más que eso, potencial. La tan necesaria búsqueda de uno mismo. Saber quién se es realmente. Porque los Wheelers son especiales. El sueño americano se hace trizas en Revolutionary Road, novela de Richard Yeats.
Esta historia de amor, o de frustraciones más bien, nos muestra un abanico de personajes infelices. Ni uno se salva. Ni los Wheelers, ni los Campbells, ni los Givings y mucho menos sus hijos. Lo cual es sorprendente, puesto que su mundo está impregnado de la idea freudiana de que la relación con tus padres y tu infancia determinarán tu vida adulta. Sin embargo, actúan como si si sus hijos no les pudieran importar menos.
Desde el principio vemos su vida cotidiana como una obra de teatro. La actuación de April en una representación de aficionados de The Petrified Forest resulta irónica si se conoce la historia de la obra (mujer de la guerra, francesa, conoce a intelectual inglés, se enamora, tienen una hija, él se vuelve alcohólico y ella los abandona y vuelve a Francia para convertirse en artista).
¿Por qué esa obsesión con mudarse a Francia? Cambiar el contexto casi nunca ha resuelto ningún problema. Sus peleas, su egocentrismo, su falta de honestidad no iban a ahoragarse en el Atlántico. Me imagino que creían que estaban amargados por culpa de esa casa en los suburbios, por culpa de un trabajo aburrido, por culpa de un nada gratificante rol de ama de casa, en definitiva, por culpa de cualquier cosa menos de ellos mismos. El cambio a la vida moderna. Esposas infelices asumiendo un rol de madre y chacha y maridos infelices casados con mujeres cuya única ambición era darles hijos. El césped es siempre más verde al otro lado.
Pero los Wheelers eran más que eso, o por lo menos eso creían. Tenían potencial. Preciosa palabra. Incluso podemos verlos como los primeros hipsters. Burlándose de la vida residencial y creyéndose especiales, poseedores de algo de lo que los demás carecen. Pertenecientes a otra esfera y siendo merecedores de algo más. Una actitud extremadamente pedante. Todas estos delirios de grandeza no se convierten más que en frustraciones y son el camino al trágico final.
¿Qué habría pasado si April hubiese sobrevivido? Apuesto que, si hubiese sido capaz de romper las cadenas de codependencia que la ataban a Frank, los habría abandonado. Y con un portazo tan sonoro como el de Nora en Una casa de muñecas.