miércoles, 9 de febrero de 2011

El domingo de madrugada cometí un asesinato

Realmente fueron dos. En uno vi sangre. El otro, que fue el único que me atreví a contar hasta esta tarde, me ha estado rondando toda esta semana. No sólo el hecho de que mi yo dormido hubiese matado a alguien con toda la sangre fría posible. Vale, que primero hubo un intento de agresión por parte del que luego fue un cadáver. Pero es que era un ancianito. Conservé su bastón en mi casa, que obviamente no era como mi casa, y eso fue lo que provocó mi sudor frío. La policía sospechaba, mi corazón latía cada vez más fuerte. La policía se acercaba, empecé a sudar por la espalda, la nuca, la frente incluso. La policía lo sabía, me desperté.

Y es curioso esto de los sueños. Empieza la conversación.

Un oso igualito a este
De pequeña, soñaba siempre las mismas cosas. Nunca nada macabro. Nada de dientes que se caen ni cosas de esta. Era un sueño que nunca terminaba, o del que nunca recordaba su final. Un oso. Una catarata. Pero no una cataratita. Era una catarata tipo Iguazú. Aunque, sin embargo, el borde, la caída de agua, el precipicio, era igualito al borde donde el agua de la playa fluvial de Tapia va a dar al río. Así era el escenario. Y yo caminaba, sin pausa pero sin prisa. Más que caminar, huía, me escapaba pasito a pasito entre el musgo traicionero. A pocos metros de mí estaba ese oso, ese enorme oso que me perseguía. Y yo apretaba el paso, aunque sabía que él nunca llegaba a alcanzarme. Bueno, eso lo sabía después. Y ahora, con el tiempo, me pregunto si el oso lo único que quería era darme un abrazo.

Mi sueño preferido era cuando volaba. Xiana volaba de su casa al colegio, bendito Padrón. Yo volaba desde la Casa de Arriba, la de la mejor tía abuela del mundo mundial, hasta la casa de su hijo Antonio. Nunca nadie sabrá por qué ese era el único vuelo que Sofía Airlines trabajaba. Y tampoco nadie sabrá nunca por qué había un viñedo sobre mí que me impedía volar más alto.

Estoy segura de que sueño todos los días, pero nunca me acuerdo. Memoria de pez, carácter de piscis. Siempre me ha gustado más soñar despierta que dormida.

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